sábado, 13 de diciembre de 2008

Un poco de historia "no oficial". El caso de Mendel.

Valeria Leiva


UN ANALISIS DE LOS ESTUDIOS HISTORICO – CONTEXTUALES:
EL CASO DE G. MENDEL.

David Lamb sostiene que los procesos de creación no son reductibles a los procesos psicológicos de mentes individuales, es decir, que ante toda creación –o descubrimiento, término que el autor toma como sinónimos-, no puede ignorarse el carácter colectivo de la empresa científica. Es por ello que propone un análisis de la creatividad desglosado en cuatro aspectos:
1. Realidad física;
2. Realidad mental (conocimientos individuales o escolares);
3. Estratificación social; y
4. Contexto cultural.

Desarrollaré, sobretodo, los puntos 3. Y 4. aplicándolos a un caso particular: el de las investigaciones de Gregor Mendel. Analizaré el contexto social y cultural en el que Mendel desarrollo sus investigaciones, las distintas interpretaciones que se han realizado de su obra y, finalmente, evaluaré cuál fue el rol de los estudios histórico- contextuales en el caso que nos ocupa.

I. CONTEXTO SOCIO - CULTURAL DE G. MENDEL.

(a) Educación.
Johann Mendel nació el 22 (o el 20) de Julio de 1822 en Silecia, y murió, a causa de una afección cardiaca grave, el 6 de Enero de 1884 en Moravia.
Su contacto con la naturaleza comienzó en su infancia. Hijo de una familia de campesinos pobres, su padre gustaba del cultivo de frutales. Además, por expresa voluntad de la condesa de Walpurga, la enseñanza de “Historia natural” era obligatoria en todas las escuelas de la comarca, incluyendo, por supuesto, en aquella a la que Mendel concurría.
Una vez concluidos sus estudios primarios Mendel inició el bachillerato que, a partir de 1838, tuvo la obligación de costearse dando clases particulares. Tal vez por el gran esfuerzo que esto le implicó fue que enfermó y se vio impedido de continuar con sus estudios.
Más tarde curso en Olmütz dos años de filosofía, teniendo también que trabajar para ello. Fue en esa época elegió el estado sacerdotal. Su profesor de física le facilitó el acceso a la abadía agustiniana de Brünn. Por lo tanto, podemos pensar que para Mendel la vida monacal suponía la posibilidad de seguir estudiando sin sufrir agobios materiales.

(b) La actividad científica en la abadía.
Como consecuencia de la reforma de José II, la actitud contemplativa de la abadía había tenido que ceder terreno a favor de una ilustración eclesiástica. Así, la abadía de Brünn se convirtió en un centro cultural. Se organizó el estudio teórico y práctico –en los campos pertenecientes a la abadía- de la flora y la fauna a pedido de la Real Sociedad Apícola de Moravia – Silesia.
La actividad pastoral de Mendel fue muy breve. En una carta del abad Napp (el abad de la abadía a la que Mendel pertenecía) al obispado, éste informa que

‘Acerca de este religioso [Mendel] extraordinariamente dotado en el aspecto científico y sin cualidades para el apostolado, ya que la vista de los emfermos le sobrecoge una timidez invencible, cayendo el mismo seriamente enfermo, por lo que me vi obligado a retirarle los cargos parroquiales para nombrarle profesor adjunto...” (Citado en Lacadena 1986, pp. 6).

De esta manera fue que Mendel se vio “liberado” de las cargas religiosas y pudo dedicarse más acabadamente a la lectura, a su jardín y su invernadero (que el abad Napp había hecho construir especialmente para que Mendel lo usara).

En 1836, en una sesión de la Sociedad de Criadores de Ovejas el profesor Nestler hizo su intervención sosteniendo que la selección artificial exigía que fueran precisamente aclaradas las leyes de la herencia y está era, en su opinión, la cuestión más urgente de la época.
Por otra parte, algunos autores sostienen que, en esa época, podían encontrarse dos distintas tradiciones en el estudio de la variación biológica:
1. La tradición de los ‘criadores’ cuya preocupación era la de conocer y fijar en la descendencia, variedades económicamente útiles.
2. La de los ‘hibridistas’ cuyo interés era el de conocer cómo podían producirse nuevas especies a partir del cruzamiento de especies ya existentes.
Sabemos que Mendel había leído los trabajos de grandes hibridistas como Kölreuter y Gärtner por las menciones que de sus trabajos hace en las cartas que envía a Nägeli, y conocemos también las palabras con las que inicia las ‘Observaciones preliminares’ a sus “Versuche”:

“La fertilización artificial, llevada a cabo en plantas ornamentales para obtener nuevas variedades de color, sirvió de base a los experimentos que vamos a discutir aquí...” (Mendel, 1865, pp.3).

Por ello, algunos autores consideran que Mendel se ocupó del problema de la hibridación estimulado por los cruzamientos del tipo de los que realizaban los criadores –cruzamientos de variedades económicamente útiles. Mendel quería, al parecer, obtener bellas flores ornamentales.

(c) La repercusión de sus “Versuche”.
A partir de 1853 Mendel es admitido como miembro en diversas sociedades científicas y comienza a enviar comunicaciones a ellas.
Desde 1854 a 1869 dedicó la mayor parte de su tiempo a los experimentos de hibridación en plantas. También, en este tiempo, mantuvo un fluido contacto con Nägeli; es a él a quien le comenta lo acontecido cuando expuso oralmente en 1865 su trabajo sobre Pisum:

“...tropecé, como era de esperar con opiniones divididas, sin embargo, por lo que yo sé, nadie emprendió la repetición de los experimentos...’ (Mendel, carta II.).

Entonces, no sería justo pensar que Mendel fue absolutamente ignorado por sus contemporáneos, sino sólo que no fue lo suficientemente tenido en cuenta por ninguno de ellos como para revisar sus experimentos.

(d) La pasión de Mendel.

“Vosotros, caracteres de imprenta,
Escalones de mi investigación
Vosotros sois el firme fundamento
Sobre el que quiero levantar el templo augusto de mi fama...”
(Mendel, sin fecha, en Lacadena 1986, pp. 10)

“Hace solo pocos días que puedo disponer de mi propio tiempo y ahora he podido reanudar mi ocupación favorita” (Mendel, carta VII).

En estas citas podemos distinguir la personalidad de este monje- científico. En cada una de sus cartas nunca falta alguna referencia a su sufrimiento, ya sea por alguna enfermedad que le impidió seguir con sus investigaciones; ya sea por sus obligaciones de religioso. En cuanto a la primera cita podemos preguntarnos: ¿Mendel sabía de la importancia de sus investigaciones?... Lamentablemente no podemos, mediante las fuentes de que disponemos, responder a esta pregunta.

La pasión que Mendel sentía por las investigaciones que realizaba lo llevaron a experimentar también con abejas (fue miembro fundados de la Sociedad Apícola de Moravia en Brünn) y con ratones. Además, la Sociedad Agrícola lo nombró como el único representante especializado en Meteorología.
J.R. Lacadena (1986) cuenta trece publicaciones y más de diez sociedades a las que Mendel habría pertenecido.

II. INTERPRETACIONES.

(a) La “historia oficial”*
Según la “historia oficial” de la llamada genética clásica o mendeliana, el trabajo de Mendel fundó en 1865 (cuando dio a conocer sus trabajos sobre Pisum) la genética; aunque dicho trabajo permaneció, en general, desconocido o ignorado hasta que, en el año 1900, fue ‘redescubierto’ simultánea e independientemente por tres investigadores (H. de Vries, C. Correns y E. von Tschermak) que llegaron a las proporciones 3 : 1 y 9 : 3 : 3 : 1 – y a sus explicaciones por medio de las leyes de segregación y transmisión independiente- antes de conocer el trabajo de Mendel.
Lo característico de la “historia oficial” es el énfasis en la continuidad del proceso histórico de la genética. Continuidad que ha sido duramente criticada por varios estudiosos de Mendel, entre ellos R. Olby en “Mendel no Mendelian?’. Dicha continuidad estaría basada en la creencia de que Mendel escribió en sus “Versuche” aquello que hoy conocemos como la “genética clásica”.

(b) La “otra historia”.
La “historia oficial” nos presenta a Mendel como a un genio injustamente ignorado por sus contemporáneos. Sin embargo, ya hemos mencionado que Mendel perteneció a las más variadas sociedades científicas y sus investigaciones circularon entre diversos científicos que recibieron separatas de ellos.
Por otra parte, según lo que llamaré la “historia no oficial”

“La obra de Mendel no fue ignorada en vida de su autor. Simplemente carecía de argumentos lo suficientemente convincentes y numerosos para prevalecer sobre la teoría de la herencia en boga por entonces: La herencia por mezcla.” (Serré, pp1084. el subrayado es mío).

Entonces, los autores que sostienen esta visión, consideran que Mendel no sólo no fue un genio incomprendido, sino que fue un claro ‘hijo de su tiempo’ que encontró un contexto social, cultural y económico adecuado para sus investigaciones sobre hibridación. Asimismo, consideran que bajo una lectura mas detenida de los “Versuche” se detecta, sin dificultad, que Mendel no aportó allí –ni en ninguna otra obra- todas las nociones básicas de la genética, particularmente:

§ Mendel no dice nunca que un carácter sea controlado por un par de factores;
§ Tampoco aclara que los elementos a los que se refiere sean partículas; y
§ Sostuvo explícitamente que solamente los elementos diferenciales se separan los unos de los otros (mientras que en la genética clásica todos los elementos, sean diferentes o iguales se separan).

III. EVALUACION FINAL.

He intentado describir, en el apartado anterior, las interpretaciones que se han realizado de la obra de G. Mendel dentro de su contexto socio – económico – cultura.
Estamos ahora preparados para extraer algunas conclusiones acerca del rol de los estudios histórico – contextuales para el caso que nos ocupa.

Encuentro evidente que, en las dos interpretaciones vistas los historiadores han destacado los elementos que a ellos (a cada uno de ellos, en tantos sujetos históricos imbuidos de categorías propias de sus tiempos) les han parecido relevantes. Desde mi propio lugar, ha sido difícil la elección tanto de las fuentes en las que me he basado, como de los datos que he destacado en este escrito, entonces, ¿por qué no pensar que quienes analizaron, a lo largo de este siglo, el acaecer de Mendel y su obra no han sido influidos por lo que pretendían encontrar en ella?
Lo que sostengo aquí es, no sólo que la historia (socio – económica – cultural) de la ciencia aplicada al análisis particular de la obra de Mendel ha sido maleada por los intereses de los historiadores; sino, incluso, que la historia de la ciencia no ha ayudado a dilucidar la actividad científica de Mendel.
Es evidente que en el caso que analizó lo que realmente aclara la actividad científica de Mendel son sus escritos, y que, justamente por no haber sido tenidos en cuenta, es que se ha transmitido un acopio de errores de una generación a otra confundiendo lo que Mendel escribió acerca de sus investigaciones, con lo que se ha denominado “genética clásica”.
Por otra parte, considero que, si bien como sostiene D. Lamb los procesos creativos no son reductibles a procesos mentales particulares, tampoco lo son, al menos en este caso, a procesos histórico- contextuales. Es decir que si bien estas variables pudieron facilitar la dedicación de Mendel a sus investigaciones (como yo lo creo), no son de ninguna manera determinantes decisivos respecto al trabajo de Mendel en hibridación. Es en este sentido que creo que el análisis de las investigaciones de Mendel no resulta acabado bajo la estratificación de Lamb.

* Debo esta denominación al Dr. Ph. Pablo Lorenzano, quien la utiliza -como yo también lo haré- para distinguir una historia whig (una historia contada en términos presentistas) de la genética de otras.

martes, 18 de noviembre de 2008

Los Castillos de Abelardo


Cuando vemos algo que llamamos "castillo", vemos una estructura imponente soberviamente coonstruida, eso mismo es lo que percibimos al leer algunos cuentos.
"No hay más que ir descubriendo virtudes, transparencias, hermosuras parciales en una mujer, para que esa mujer se transforme en una fatalidad" dice Castillo en Muchacha de otra parte. Nunca recuerdo por qué nombro a veces este cuento del, para mi, mejor escritor argentino vivo. Dejó aquí, una de las construcciónes más bellas de Abelardo Castillo... sí, es "de amor".
http://www.literatura.org/Castillo/acTexto2.html

viernes, 14 de noviembre de 2008

Freud y la Kultur(a)

Valeria Leiva


Hay un libro genial para quienes nos interesa leer en Freud una teoría de la cultura y no, única y primordialmente una teoría del sujeto (una teoría individualista, se suele decir). Es el libro de Paul Laurent Assoun Freud y las ciencias sociales (2003, Barcelona, Ediciones Del Serbal).

P. L. Assoun propone en Freud y las ciencias sociales que el psicoanálisis modifica sustancialmente la autoconciencia de la cultura. La obra de Freud redefine la cultura al determinar su “punto ciego”, al ubicar su origen en el crimen primitivo (con la multiplicidad de consecuencias que esto trae aparejado, entre ellas: el origen de la culpa y de la moral; la igualdad de los “hermanos” que funda el derecho; la institucionalización de las normas) y al introducir un paralelismo entre el sujeto de la cultural y el sujeto inconsciente. Freud no sólo redefine la cultura sino, más aún, “de-construye y re-construye el concepto de kultur” (op. cit., pág. 10). A partir de la obra freudiana, las Kulturwissenschaften (ciencias de la cultura) podrán utilizar las herramientas que el psicoanálisis les aporta y, de esa manera, podrán re-construirse desde su interior mismo.
Assoun parte de un análisis epistemológico centrado en los textos freudianos según el cual fue el mismo Freud quien incluyó a la “psicología profunda” entre las ciencias naturales, una de cuyas características es la de proponer que sus conceptos fundamentales estén sujetos a permanente modificación sobre la base de la observación de los fenómenos de los que se ocupa. En cambio, las Geisteswissenschaften (ciencias del espíritu -que es la denominación que Dilthey utiliza para las ciencias sociales-), dadas sus pretensiones totalizadoras, anhelan un grado mayor de sistematización y, por ello, parten de definiciones precisas y conceptos cerrados. De esta manera, Assoun muestra que el psicoanálisis tuvo, para el mismo Freud, una doble pertinencia epistemológica: pertenece a las ciencias médicas (naturales) pero es también un “saber del hombre que se sitúa en el campo de las ciencias de la cultura como en su propio elemento”. No obstante, esta doble pertinencia no está planteada en términos dicotómicos, por el contrario, hay una clara conexión entre las ciencias naturales y las Kulturwissenschaften basada en la homología. Esta lógica compartida se adscribe en una forma de evolucionismo que Freud toma de la “ley biogenética fundamental” (enunciada por E. Haeckel) según la cual la ontogénesis es una repetición abreviada de la filogénesis conforme a las leyes de la herencia y de la adaptación al medio. En otros términos, esta ley es el fundamento de la comparación del desarrollo de la infancia individual con el desarrollo de la historia primitiva de los pueblos a través de algún tipo de herencia –nunca del todo determinada por Freud- de disposiciones psíquicas.
Assoun presenta al psicoanálisis no sólo (ni primariamente) como una teoría a cerca del sujeto, sino, más bien, como una teoría genealógica de la cultura; una cultura que, al ser apreciada a través de sus síntomas –de los que son reveladores los síntomas de los individuos neuróticos-, se descubre enferma crónica, aquejada de un malestar que le es constitutivo. Dicho malestar es inherente a la cultura porque ella nace a partir de la renuncia a la satisfacción de las pulsiones. La cultura, por lo tanto, se funda en la carencia. El neurótico, entonces, es ni más ni menos que el constante recuerdo del fracaso intrínseco de la cultura. Pero aquel no sólo muestra el fracaso, también muestra el éxito de la cultura en tanto reproduce la prohibición que ha sido internalizada (justamente porque antes fue externa) y porque la cultura es creada de nuevo cada vez que un individuo entra en la sociedad humana y repite el sacrificio pulsional. El neurótico es indicio del malestar y de que el parricidio es, efectivamente, una verdad histórica. Por lo tanto, el neurótico es prueba viviente (encarnación subjetiva) del origen y desarrollo de la cultura, de ese secreto olvidado. No obstante, la cultura no es pura negatividad -pura carencia- porque la sublimación (la desviación de las pulsiones eróticas hacia fines no sexuales) otorga a la cultura los “grandes logros” que posibilitan el progreso, la ganancia cultural. El hombre carente, se ve obligado a hacer algo.
A partir de estas claves, Assoun recorre los aportes del psicoanálisis a las Geisteswissenschaften. Los aportes freudianos a la etnología, partiendo de Tótem y Tabú, explican el horror al incesto y el asentamiento de la cultura sobre el parricidio. Su aporte a la mitología, se centra en una homología entre la formación del síntoma neurótico y la construcción del mito dado que, en ambos, el contenido latente debe ser transformado en contenido manifiesto a partir de una reelaboración. Por ello, los mitos se presentan como “los recuerdos infantiles de los pueblos” y el psicoanálisis incursiona en el intento de construir una ciencia de los mitos a partir, por una parte, de la reinvención del mito de Edipo que simboliza el “afuera de la ley” –y se convierte en la clave que devela el sentido general de todo mito- y, por la otra, del mito de Prometeo, que revela el fundamento de la cultura en tanto refleja la renuncia pulsional. Los aportes a la psicología social están centrados en la puesta en tela de juicio de la dualidad de psicologías ya que “el otro” está siempre integrado al individuo. Pero esto no significa que “la psicología primera” haya sido la psicología individual. La psicología es social, es de la horda y frente a ella sólo estuvo, en el origen, el padre. La individuación surgió cuando la muerte del padre fue consumada y se reflejó en el mito del primer verdadero individuo: el héroe. Por otra parte, el psicoanálisis manifiesta la cuestión de fondo de la masificación: el erotismo que atraviesa los lazos sociales como formación reactiva contra los impulsos de odio. Respecto de la sociología, los aportes psicoanalíticos están basados en decir aquello que, para la sociedad, es vergonzante de sí misma. Por una parte, el psicoanálisis revela la existencia de la sexualidad infantil; por otra, al mostrar el carácter asocial de la neurosis, manifiesta la autoexclusión que la sociedad impone a algunos de sus miembros. Por ello, hay una angustia propia de lo social. Aquello que los sociólogos (Durkheim) describen como “un estado de crisis y anomia” es la contradicción entre la cultura y lo social que Freud explica claramente como malestar estructural.
Los aportes a la ciencia del derecho y la criminología son también relevantes. El derecho se funda en el acuerdo primitivo en que los hermanos se igualan y pactan no repetir el crimen y renunciar al objeto de deseo en razón de la obediencia retrospectiva al padre. La tarea de la criminología es análoga a la del analista: ambos buscan el secreto que el sujeto guarda. Pero el neurótico y el delincuente son asimétricos: el criminal realiza un acto y logra, con ello, cierto alivio psíquico; mientras que el neurótico, en cambio, fantasea el acto y asume la culpa superyoica; sin embargo, ambos muestran una desviación de la exigencia cultural. Con respecto a la educación, el psicoanálisis muestra que el niño es el lugar en el que se encuentra primeramente el conflicto estructural entre la pulsión y la renuncia y, por lo tanto, es el proceso educativo el que debe gestionar la transacción entre ellos. La educación tiene la tarea fundamental de colaborar con la conversión del “pequeño perverso” en un ser-de-cultura. Por ello, el educador debe conocer los apremios psicosexuales del niño para poder ser indulgente con él.
El último capítulo está dedicado a “lo femenino”. La feminidad es síntoma de la cultura, su inconciente y su reverso. Las mujeres son solicitadas para satisfacer las pulsiones e inhibidas para los fines culturales. Asimismo, la mujer es, en la historia filogenética, la instigadora del parricidio original: fue “a causa” del deseo por ellas y, entonces, ellas se convierten en “la causa” del crimen. Por último, la mujer tiene, en la evolución cultural, el papel de disgregar los conglomerados sociales atrayendo hacia sí al hombre que hace-cultura y evadiéndolo de su tarea porque ella es un polo de Eros. Lo femenino y la cultura son opuestos sea como objeto sexual, sea como Eros. Lo femenino, en fin, es causa del crimen (y por ello, de manera indirecta, del origen de la cultura) y también es causa de la digresión de la cultura (la mujer no hace cultura).

Freud y las ciencias sociales refiere a la parte que siempre me interesó más de la obra de Freud, a los relatos no clínicos de su teoría, a la fundamentación última de aquellos, porque ¿qué sería el psicoanálisis si no se admitiera que es una teoría acerca del malestar estructural de la cultura? Sería, creo, un conjunto de técnicas -inductivamente obtenidas, tal vez- para la cura de individuos que se ven aquejados más o menos de los mismos “dolores psíquicos”. No sería poco si eso fuera, pero Assoun explica en qué están fundadas esas técnicas, cuál es el fondo de ellas, por qué son revolucionarias y por qué el psicoanálisis debería revolucionar a gran parte de las ciencias sociales. Claro está que, para admitir su explicación, hay que aceptar sus premisas y, sobre todo, aquellas que son más fuertemente rechazadas: la que afirma la realidad histórica del asesinato primitivo y, fundamentalmente, la hipótesis biogenética. Creo que, respecto de ésta última, Assoun no es lo suficientemente crítico, la admite y no se pregunta –al menos en esta obra- aquello que considero crucial: ¿cómo se transmiten las disposiciones psíquicas? No obstante, para la tesis que él defiende es necesario aceptar dicha hipótesis porque es la premisa más profunda del psicoanálisis –más aún que el parricidio-, porque ¿qué sentido tendría afirmar el “mito científico” del parricidio si no existiera en tanto herencia arcaica? Si no hubiera transmisión, lo mismo valdría que el asesinato fuera un “recuerdo” inventado o fantaseado en cada individuo; pero no era esto, al parecer, lo que Freud pretendía y, si lo que queremos es comprender la teoría, debemos admitir esa hipótesis para hallar sus consecuencias.
Si no se aceptan dichas premisas, el psicoanálisis pierde gran parte de su valor en tanto teoría científica (del hombre y de lo social) y se manifiesta como una técnica (útil, al parecer, pero técnica al fin). Y ¿por qué no tendría valor científico? Pues porque no tendría mayor fundamento que el de ser una sucesión de pasos a seguir que hasta ahora han funcionado para la cura; en cambio, si se admiten estas –y otras- premisas se hallará, al menos, uno de los fundamentos en los cuales la aplicación de esa técnica se asienta y se explicará que el psicoanálisis sea una teoría de la carencia cultural.
Esta obra me resultó esclarecedora en varios sentidos. Por una parte, por la manera sencilla en la que Assoun recorre gran parte de la obra freudiana; por la otra, porque muestra con claridad un aspecto del psicoanálisis que, desde mi punto de vista, no ha sido suficientemente destacado: su intención de fundar una teoría acerca del origen y desarrollo de la cultura que, en tanto tal, aporte componentes sustanciales a las teorías sociales.
La deuda de esta obra se presenta en la aceptación acrítica de la hipótesis biogenética, espero otro buen libro de este autor que me revele este aspecto.

Aquí algunos links de las dos obras de Freud en la que trata fuertemente el origen y desarrrollo de la Kultur
http://www.asesoria-legal-ya.com/xampp/bibl/electro/freud,%20sigmund%20-%20totem%20y%20tabu.pdf
http://literatura.itematika.com/libro/102/el-malestar-en-la-cultura.html

Moledo, S. J. Gould y Los Simpson



Leonardo Moledo es matemático y escritor, en 1997 recibió un premio Konex por divulgación científica. Actualmente, no sólo escribe en el diario Página 12, sino que también es el director del Planetario.


Acá hay un artículo suyo de 2002 sobre los Simpson y S. J.Gould, capìtulo que indefectiblemente menciono
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/6-217-2002-06-03.html

De paso, acá va la página del Planetario que, ahora, parece haber rejuvenecido
http://www.planetario.gov.ar/
También, la página no oficial de Gould (en inglés)

(Ah, el señor barbudo es Moledo, el dibujito Gould en Los Smpson)

Sastre y el despertador

Alguna vez he mencionado a Sartre.
En El ser y la nada, capítulo 1, V (Losada, Bs. As., 2006) Sartre ejemplifica la angustia como captación reflexiva de la libertad apelando al despertarse por la mañana para ir a trabajar... Siempre me causó un poco de gracia que un filósofo tan abtruso usara un ejemplo tan cotidiano. Tal vez lo usó para mostrar la cotidianeidad de la i-reflexión. Yo creo que es muy bueno como ejemplo. Y también creo que es útil pensar lo "tranqilizador de evitar la pregunta"... pero lo mio es la duda, no la aserción, así que lo pongo para ver si les genera lo mismo que en mí.
"[…] La conciencia del hombre en acción es conciencia irreflexiva. La conciencia de algo, y lo trascendente que a ella se descubre es de una naturaleza particular: es una estructura de exigencia del mundo […]
Ahora bien: a cada instante estamos arrojados en el mundo y comprometidos. Esto significa que actuamos antes de poner nuestros posibles y que estos posibles que se descubren como realizados remiten a sentidos que harían necesarios actos especiales para ser puestos en cuestión. El despertador que suena por la mañana remite a la posibilidad de ir a mi trabajo, que es mi posibilidad. Pero captar el llamado del despertador como llamado, es levantarse. El acto mismo de levantarse es tranquilizador, pues elude la pregunta: “¿Es el trabajo
mi posibilidad?” y, en consecuencia, no me pone en condiciones de captar la posibilidad del quietismo, de la denegación del trabajo y, en última instancia de la denegación del mundo y de la muerte. En una palabra, en la medida en que captar el sonido de la campanilla es estar ya de pie a su llamado, esa captación me garantiza contra la intuición angustiosa de ser yo quien confiere su existencia al despertador: yo y sólo yo […]"

Borges y yo.


Mi relación con Borges comenzó hace muchos años, no sabría decir cuántos, tal vez los mismos que con la literatura, o menos... no importa. Lo que si importa es leerlo, a él digo, a Borges, porque es genial y conmovedor. Aquí agrego unos links donde pueden encontrar algunas obras a las que recurro en las clases.






El informe de Brodie


¡Que lo disfruten!

Las funciones de un maestro


Bertrand Russell (1872- 1970) es una de las mentes filosóficas más brillantes y prolíficas que hubo.

He seleccionado breves pasajes de un texto de 1950 llamado Las funciones de un maestro que se halla en Ensayos impopulares (Edhasa, Barcelona, 1985). Creo no faltar a la verdad si afirmó que, desde la primera vez que lo leí, modifiqué mi concepción acerca de la tarea docente y, durante todos estos años, lo he considerado una guía para mi labor.


"La enseñanza […] es una profesión con una amplia y honorable tradición que se extiende desde los albores de la historia hasta tiempos recientes, pero cualquier maestro del mundo moderno que se permita sentirse inspirado por los ideales de sus predecesores corre el albur de que se le recuerde bruscamente que su función no consiste en enseñar lo que piensa sino en inculcar las creencias y prejuicios que sus empleadores consideran útiles […]
Un sentimiento de independencia intelectual es esencial para el adecuado cumplimiento de las funciones del maestro, puesto que su tarea es inculcar todo lo que pueda de conocimiento y razonabilidad en el proceso de formar opinión pública […]
La tarea de los maestros tendría que ser permanecer fuera de la pugna entre partidos y tratar de imbuir a los jóvenes el hábito de la investigación imparcial, llevándolos a juzgar acerca de los problemas según los méritos de estos y a ponerse en guardia para no aceptar las afirmaciones
ex parte sin más […] La función del maestro, no obstante, no es simplemente la de mitigar el ardor de las controversias. Tiene tareas más positivas que efectuar, y no puede ser un gran maestro si no está inspirado en un deseo de efectuarlas. Los maestros son los guardianes de la civilización. Deben tener intima conciencia de lo que es la civilización y estar deseosos de impartir una actitud civilizada en sus alumnos. Y así llegamos a la pregunta: ¿qué constituye una comunidad civilizada? […] Es una cuestión en parte de conocimiento, en parte emocional. Por lo que respecta al conocimiento, un hombre tendrá que tener conciencia de la pequeñez de si mismo y de su ambiente inmediato en relación con el mundo en el tiempo y en el espacio […] por el lado de las emociones, es necesaria una ampliación similar de lo puramente personal, si el hombre quiere ser verdaderamente civilizado. Los hombres pasan del nacimiento a la muerte, a veces dichosos, a veces desdichados; a veces generosos, a veces ávidos y mezquinos; a veces heroicos a veces cobardes y serviles. Para el hombre que contempla el proceso en su totalidad, ciertas cosas sobresales como dignas de admiración. Algunos hombres han sido inspirados por el amor a la humanidad; algunos, con un supremo intelecto, nos han ayudado a entender el mundo y algunos, gracias a una sensibilidad excepcional, han creado belleza. Estos hombres han producido algo de bien positivo, para compensarla larga historia de crueldad, opresión y superstición […] El hombre civilizado, cuando no puede admirar, debe tratar de entender antes que reprobar. Tiene que tratar de descubrir y eliminar las causas impersonales del mal […] todo esto tendría que estar en la mente y en el corazón de maestro, y si está en su mente y en su corazón, lo expresará en sus enseñanzas a los jóvenes. Ningún hombre puede ser un bien maestro a menos que tenga sentimientos de cálido afecto hacia sus alumnos y un legítimo deseo de inculcarles lo que cree de valor […]
Tal como están las cosas en la actualidad, muchos maestros se ven imposibilitados de hacer todo los que pueden. Para esto hay una cantidad de razones, algunas más o menos accidentales, otras profundamente arraigadas. Para comenzar con las primeras, muchos maestros trabajan excesivamente y se ven obligados a preparar a sus alumnos para un examen, en lugar de proporcionarles un adiestramiento mental liberalizante. Las personas que no están acostumbradas a enseñar no tienen idea del derroche de espíritu que eso representa. El resultado es que muchos maestros se tornan preocupados y nerviosos, pierden el contacto con trabajos recientes sobre los temas que enseñan y se ven incapacitados para inspirara a sus alumnos el sentido de los deleites intelectuales que pueden obtenerse de nuevas comprensiones y nuevos conocimientos […]
La idea de que la falsedad es edificante es uno de los pecados dominantes […] yo no considero que un hombre pueda ser un buen maestro a menos que haya tomado la firme resolución de no ocultar jamás, en el curso de toda su vida de enseñanza, la verdad porque esta sea lo que se llama “poco edificante”. La clase de virtud que puede ser producida por la ignorancia vigilada es frágil y fracasa al primer contacto con la realidad […]
Por encima de todo, lo que un maestro debe tratar de producir en sus discípulos, si quiere que sobreviva la democracia, es la clase de tolerancia que surge de un intento de comprender a los que son distintos de nosotros […]

El maestro, como el artista, el filósofo y el hombre de letras, sólo puede realizar adecuadamente su trabajo cuando se siente como un individuo dirigido por un impulso interno, no dominado y aherrojado por la autoridad exterior."

Paul Feyerabend, Joan McKenna y sus clases experimentales.


En su autobiografía Matando el tiempo (Debate, Madrid, 1994) Paul Feyerabend cuenta un experimento que su amiga Joan McKenna realizó cuando fue invitada por él a dar una clase...


"Joan McKenna después de ser presentada como profesora invitada habló durante unos veinte minutos, después se detuvo y pidió que le hicieran preguntas. Sus respuestas fueron groseras, burlonas, autoritarias. Nadie intervino. Por el contrario, las personas situadas al lado de sus víctimas se alejaron un poco: no queremos tener nada que ver con un fracaso como tú, parecían decir. Entonces Joan explicó el montaje y su finalidad. “¡Mirad cómo os comportáis! He respondido de manera ridícula y autoritaria. Vosotros no sólo os lo habéis tragado, sino que habéis tratado a los únicos estudiantes que han tenido el valor de resistirse como si fueran proscriptos. No es de extrañar que un profesor pueda imponer cualquier cosa que diga”, exclamó Joan. Después hablamos de cómo comportarse con los bastardos de la profesión. Supongamos que uno de esos seres superiores dice cosas que parecen idiotas e incomprensibles. ¿Qué hacéis? Os levantáis y pedís una aclaración. Supongamos que sois acallados por un gesto autoritario. Bueno, otro se levanta y repite la interpelación: “Yo tampoco lo he entendido.” Más ira, más sarcasmo. Un tercer estudiante se levanta:
- Usted está aquí para enseñarnos, no para reírse de nosotros; de modo que, por favor, explíquelo.
- No sea insolente!
- No ha sido insolente –dice un cuarto estudiante- pedía información, y usted no se la ha dado.
Y así sucesivamente. Antes o después, decía yo, habrá una respuesta más satisfactoria. “no podemos hacer eso. Nos pondrán malas notas”, objetaron algunos estudiantes. “no lo haremos. Demasiado esfuerzo para nada”, adujeron otros.
Los estudiantes que participaban por el movimiento de la libertad de expresión querían cambiar todo aquello. Querían trasformar la universidad, para que dejase de ser una fábrica de conocimiento en una comunidad y un instrumento de mejora social. Sus acciones influyeron en los individuos más tímidos: se iluminaron, comenzaron a hablar y quedó demostrado que todo el mundo tenía ideas interesantes y dignas de consideración
[…]"
Efectivamente, todos tenemos ideas interesantes, es cuestión de mostrarlas para que las consideraciones de los otros (el otro) pueda enriquecerlas.
Paul Feyerabend murió en 1994 victima de un tumor. Él mismo se llamó un pensador anarquista y definió su posición como anarquismo metodológico.
Este es un gran libro, no sólo porque Feyerabend cuenta en él sus procesos "filosófico-creativos", sino porque muestra su parte humana: habla de su amor, de su tarea docente, de su enfermedad, de la guerra y sus secuelas.
Es un filósofo que no suelo mencionar, asi que he aquí mi modesto homenaje.

sábado, 9 de agosto de 2008

TESTIGO 1



Tiene una forma, es una parábola, o dos parábolas que se unen en un puntito chiquitísimo. Bajo la lluvia de esta tarde la puntita de la hoja parece más frágil de lo que es. Sin dudas es una hoja valiente porque, aunque fuertes truenos azotan el cielo, ella permanece en la rama más alta del árbol de la puerta. Ahora la veo. Si cierro el ojo derecho no la veo, pero sé que está ahí. Seguro que está porque se nota que es una hojita resistente. Y además, lo sé porque lo creo...
Pero, por qué es que ella elige quedarse y no se baja corriendo. Por qué no se esconde –hasta que pase la lluvia – en el tronco, o salta al cantero dando grititos de hoja asustada.
Hay, también, una gota. Es bastante grande para ser gota y, la verdad, parece que no se hubiera bañado antes de salir porque está como sucia. Hay gotas que asombran por su transparencia y otras que no. Lo cierto es que éste “gotón”, mientras caía, vio a la pequeña hojita y, sin dudarlo, se agarró con saña de ella. Pobre gota... hace una fuerza tremenda para mantener el equilibrio ahí arriba. Tal vez se arrepiente de haberse quedado tan alto, tal vez vislumbra la explosión de la muerte. Esta sola, ni siquiera forma parte de un charquito. Solamente esta unida a la hoja, más que unida, adherida. La gota depende de la hojita.
Hay viento, bastante viento. La hoja se arquea un poco –casi parece una vasija- y la gota acaricia su extensión como en un paso de ballet, hasta que se detiene en el centro. Por fin, el gotón está salvado, ahora sabe que podrá ser vapor cuando el sol salga.
la hoja, en cambio, estará pensando –después de tremendo susto- por qué brotó ahí, tan alto; por qué no más abajo con las otras, y aunque no haya respuesta, ella sabe que el sol que recibe es más puro y más brillante que allá abajo, que el aire de la noche es más fresco y que es dificilísimo llegar para los bichos. Y eso es bueno. Sabe que no va a bajar.

La gata miró toda la escena desde la mesa. Bueno, no la miró toda porque abría los ojos cada tanto... sobre todo los abría con los truenos. Pero sé que miraba el árbol. Tal vez pensaba en la secreta lucha que se libraba ahí. O tal vez conoce a la hojita -es la más alta de todas, es lo último que se ve antes del cielo así que es fácil reconocerla.
La gata sabe que nunca va a llegar allá arriba en el árbol porque el árbol cedería a su peso y ella se caería. A lo mejor por eso mira como si mirara lo perdido, mira tristemente. Ella se hace la tonta, parece que no quisiera que yo vea que ve. Disimula. No quiero irrumpir en su universo así que la dejo, ni siquiera la acaricio.
Es extraño –sabes- ser testigo de mundos tan bellos: ¿Qué sentís vos ante tantos universos? ¿Qué sentirá la gata - ahora acurrucada- al verme escribiendo?

sábado, 17 de mayo de 2008

COMO UN RIO


Nadie se baña dos veces en el mismo río.

Heráclito.



Me siento tan sola – pensó o dijo o, más bien, yo sé que lo dijo, pero ella pensó que lo pensó y yo la dejé pensarlo. No intervine. Se fue del bar y yo la dejé irse. No la detuve.

La amé toda mi vida con la pasión y la mezquindad con que es posible amar un río o un paisaje de película. No era inalcanzable, porque si yo esa tarde hubiera dicho: -Te escuche y no estas sola, ella hubiera mirado y hubiera visto que ahí estaba yo queriendo alcanzarla. Pero no le dije nada. Esa era la única manera que yo tenía de amarla y la única que ella permitía. Esa era la forma: estar y no estar, estar siempre pero desaparecer ante sus ojos. Dejar que ella juegue a hacerme desaparecer. Y yo lo disfrutaba. Me gustaba desaparecer cuando ella quería y sentir que se perdía sin mi. Dejarla. Creo que alguna vez tuve la pretensión de que, actuando así, ella tendría que volver a buscarme habiendo comprendido, -de una vez!- entendido que quería estar conmigo para siempre. Pero yo no hubiera tolerado que lo entendiera para siempre. Para siempre es mucho para mi y ella no era fácil de pensar para siempre. Ella no es fácil de pensar.

Cuando la conocí creí que era simple como un parque. Al poco tiempo –estoy seguro- ella vio en mis ojos la señal de que había entendido como era. Me asusté. Sentí que algo me enredaba atándome a ella pero, sobre todo, yo le creía: Cuando ella hablaba yo le creía todo lo que decía. Pude huir... pero no fue necesario porque, en ese momento, ella empezó a desaparecerme. Finalmente, todo era tan fácil como una foto de un parque iluminado –iluminado con esos faroles altísimos y tristes. Ella iluminaba las partes que quería y las que no, las dejaba en la otra parte, en la oscuridad.

Así la amé toda la vida: cerca y lejos; viéndola y dejándome ver, pero nunca a su lado como nunca hay nada al lado de un río porque el río se mueve y se mueve.

No estar con ella me dejaba respirar un aire que, a la larga –generalmente justo cuando ella me iluminaba-, estaba por matarme. Generalmente: porque a veces yo tenía que presentarme solo a beber su agua, a rozar su viento. Pero ella no me veía y yo, sin embargo, la necesitaba tanto...

Jamás pude decirle cuánto la amaba, éramos tan felices juntos que no hacía falta. Pero una vez lloré, lloré mucho porque la extrañaba (...pero ella no prendía las luces –y yo, entonces, sólo era un extraño viéndose en el río-), y ella, seguramente, lloró alguna vez (eso no me lo perdono) sintiéndose sola porque no estaba a su lado, aunque yo corriera y corriera al borde del río.

sábado, 19 de abril de 2008

...Y ESA NOCHE NADIE DURMIÓ



Era de noche, o no, era de tarde cuando Cecilia decidió marcar el número de Esteban:
- Hola, en qué andas...
- …
- Si... Muy tarde… bueno, veni directamente. Toca varias veces porque me duermo, o llamame desde la puerta...
- …
- Dale, besos.

Ella sabía que Esteban iba a llegar tarde, pero quería estar despierta. Le había dicho que se iba a dormir solamente para que él creyera que no le importaba, era un engaño sutil como tantos otros que había realizado para él. Cecilia necesitaba (siempre necesito) que Esteban estuviera cerca, poder ubicarlo cuando ella quisiera, así que cada vez que quería verlo tenía alguna excusa: de casualidad se encontraban en alguna fiesta o en un bar; misteriosamente ella quería mostrarle algo relacionado con su trabajo; llamativamente ella tenía un disco que a él le interesaba. Pequeños detalles que Esteban recibía de manera natural para que no hubiera sospechas.

A él, Cecilia le gustaba, le gustaba lo suficiente como para no querer alarmarla preguntándole algo, intentando saber cómo o por qué esos detalles se combinaban de manera perfecta.
Esteban confiaba plenamente en Cecilia: ella era quien se encargaba de la acción, ella accedía con discreción y casi, con agradecimiento.
Él sabía que nunca podría actuar como ella.

A veces (pocas veces) se encontraban sin excusas y esas veces resultaban tan naturales que los dos se preguntaban por qué no era así siempre. Pero sabían que eso era imposible, que si no existiera ese juego de combinaciones casuales deberían comprometerse de otra manera, deberían admitir, por lo menos, que se importaban y eso era una claudicación, casi una deshonra.
La frágil estructura de sutilezas y mentiras se construía día a día. Incluso, cuando por algún tiempo (días o meses) no se veían, se tenían en cuenta, se nombraban, se pensaban. Alguien puede sostener que se extrañaban y tal vez no erre, pero ellos no lo hubieran admitido.
Cecilia sabía que Esteban jamas diría una sola palabra que alterara el orden que ella creaba y eso le daba seguridad.
Los unía la eternidad de cada momento que pasaban juntos.

Una noche, mientras Esteban la desvestía con mas violencia de la usual, le preguntó si lo había extrañado, si había extrañado "eso", ella le grito que sí, que lo había extrañado mucho… esas eran las únicas manifestaciones de afecto que había entre ellos y nunca ocurrían cuando estaban vestidos.

A ella le gustaba la idea de que había pasado mucho tiempo desde la primera vez, le gustaba recordarlo como una gran conquista. Esteban, en cambio, prefería la sensación de que cada vez fuera la primera vez y la última; sin embargo, sus cuerpos se conocían demasiado, se recorrían sin miedo.
El sexo los unía como ninguna otra cosa podría hacerlo y, casi nada, pensaban, podría romper esa unión. El amor... tal vez si uno de los dos se enamorara... pero no. Los dos conocían esa experiencia: los dos habían tenido varias parejas pero ninguna había sido tan fuerte como para alejarlos más que un par de meses. Una sola cosa, lo sabían, los separaría para siempre: reconocerse enamorados (o decirlo). Ninguno de los dos, por ningún motivo debía enamorarse del otro y, si lo hiciera, nunca debería decirlo. Era la única regla que jamas sería enunciada. Era una ley.

Una noche, Cecilia fue a buscar a Esteban, y lo encontró. Al verlo supo que lo amaba, fue como si un reloj de arena girara y los granitos empezaran a caer. Ella lloró en el auto ante la mirada asombrada de él y lo dijo:
-Te amo, le dijo.
Ni siquiera lo pensó.

Años de trabajo y construcción para caer en eso era como patear una escultura de cristal. Fue una condena. Él la miró fijo y pensó en cómo ella podía haberse animado a decirlo, de dónde había sacado el coraje. Él pensó que no la conocía y se sintió confundido.
Esa noche hicieron por primera vez, coma cada vez, el amor. Cuando Estaban se iba ella quiso corregirse:
- Yo te amo como a tanta gente que amo - le dijo- .
- Uso la palabra "amor" en un sentido amplio.
- Si, todo bien - dijo Esteban-, nos vemos.
Y se besaron.

De vuelta en el auto Esteban lloró. Cecilia nunca va a enterarse de esas lágrimas. Ella se acostó sola pensando que él nunca iba volver; él supo que ella nunca mas iba a buscarlo.

viernes, 18 de abril de 2008

NOMBRES Y CUERPOS




















1.
Lo bueno de que tu amante y tu esposo se llamen igual es que no podes confundirte… eso es feo, queda feo, confundirse digo -dijo mi confidente. Lo malo de que tu amante sea un colega es que tu futuro esta en vilo, todo se puede saber… no sé te ocurrió un tipo mas fácil, con menos complicaciones.

No, no se me había ocurrido, tampoco se me había ocurrido éste. Éste había llegado como un fantasma. Un ladrón hubiera llamado más la atención, hubiera encendido más alertas que él. Que astuto!

2.
-Ella me sedujo, se volvió irresistible…

-Yo no quería, no podía y no quería engañar a mi mujer, vos sabes cómo soy… Pero ella se acercó a mi, me besó en la fiesta de fin de año… Yo no lo podía creer: estaba fatal!

-Unos días después, la cité en un bar para explicarle, para aclararle que era imposible. Pero no pude y terminamos encamándonos como locos…

Duró un tiempo, no me acuerdo cuánto. Algo así decía el tipo de la mesa de atrás al que penas pude verle la cara. Cuando salió lo vi al pasar… tenía ojos azules.

3.
-Yo estaba sola en ese momento… ahora no.

-No sé porque mierda me lo cruce… a veces es raro volver a ver a alguna gente después de años y a veces, no. Entre nosotros fue como si nada y si, amigo, pasó de todo. Todo lo que no le tiene que pasar a una mujer casada.

-Va, qué sé yo… a mi no me había pasado y al principio, me asusté…

- Pero vos lo amas a Hugo??

- A cuál?

- Pero, tarada, a tu esposo, Hugo, lo amas?

- Es que el otro también se llama Hugo

- No te puedo creer… vos si que sos completa!

- Y bueno, no lo busqué…

No sé, la verdad es que no puedo estar segura de no haberlo buscado -pero eso no se lo dije.

4.
- …Vos la conociste, ¿te acordás?

- Si, divina… puro fuego…

- …Mira que no le voy a decir nada, si antes me volvía loco, no pude evitarlo.

-Siempre meter los cuernos es un quilombo, ya sé…

- No sé cómo se maneja, ya va a pasar… ya me pasó otras veces y lo manejé, esta vez también va a pasar.

El hombre de ojos azules hablaba por teléfono, escuche esa parte en la que hablaba de los cuernos… seguí prestándole atención… me encanta escuchar conversaciones ajenas, es como mirar hacia adentro de las casas desde la ventana: espíritu vouyeur tengo…

- Por ahora no…

- Jaja! Y el marido se llama como yo, podes creer…

- No, lo que tengo claro es eso: yo no la busque… ella vino solita.

Pero, cómo sabe que no la buscó… ¿cómo se saben esas cosas?
Él se va. Sale rápido de la librería después de mirar el reloj.

5.
Salí detrás de él despacio. Caminando, doblé en la esquina y los vi. Ahí estaban los dos: el hombre de ojos azules y una chica. Ella es más joven de lo que me imaginé. Están entrando a un hotel. Es increíble lo que dos cuerpos desconocidos pueden transmitir: esos cuerpos se buscan. Pienso que tal vez él tenga razón: él no la buscó, pero ella tampoco. Son cuerpos. Los cuerpos se mueven y se acercan, como bailando. Los cuerpos son los que se buscan y se encuentran.

viernes, 11 de abril de 2008

PERDIDOS


“Perdida la voluntad
de los idiomas”
V. Kosiancich

Ellos se miran.
Ellos se miran con curiosidad, con misterio.
Ellos se miran con deseo, con ganas de saberse.
Un gesto: ella ahora se rasca la sien como acariciándose y su dedo se desliza hasta la boca, hasta que apoya el mentón en los nudillos; él sonríe bajando la mirada que detiene en el puño gris de su remera blanca y vuelve a buscarla como si volviera del sueño.
Ellos se miran como si quisieran, como si pudieran, con voluntad.
Ellos se huelen perfumes gastados de tiempo.
Ellos se miran imaginando historias del otro.
Ellos se miran.
Ellos se pierden.

viernes, 21 de marzo de 2008

LLORAR






"Cuándo se formó este inmenso mar
esta inmensidad, que pone a tu piel
lejos de mi piel"

"Ya no me importa que destino te traiga
si yo sigo olvidándome de ti"
P.O.R.



Ella viajó. Tomó el tren y viajo. Compró el boleto y no sabía a dónde iba.

Violeta -pensó él. –Violeta ¿dónde estás?. Giro en la cama y no sabía la hora. Busco el reloj. Las once y veinte y Violeta dónde está. Habrá salido a comprar... o no era Violeta la mujer de anoche.
Estaba seguro que la mujer de anoche era ella, porque ella tiene el vicio (o la virtud) de estar donde tiene que estar, de estar al lado nuestro cuando estamos así, como ayer: endemoniado. Pensó: "endemoniado".
Como soñando, él fue al baño. Algo le llamo la atención: esa era su casa. Mareos. Resaca. Que raro que Violeta haya querido venir a casa. Entonces no fue a comprar porque no tiene llaves de acá y encontrar las mías es casi imposible (aunque ella seguramente podría). Dormir -pensó.
La una y cuarto. Hizo un esfuerzo y descubrió que fuera o no Violeta la de la cama, la de anoche, él tenía que buscarla. Encontrar a Violeta y decirle la verdad. ¿Qué verdad? Resaca y angustia.
Perra, es una perra. Se fue a su casa y ahora va a montar un escándalo y a reclamarme por mi noche, por las noches endemoniadas. No la aguanto.
Violeta con V de "victoria". Ella quiere triunfar sobre mi como si yo fuera su logro. Yo soy esto. No me va a dominar. Es astuta, es una perra.
Él se durmió. Yo me dormí.

Son las tres y diez y Violeta dónde está. Llamar. Llamarla por teléfono y hablarle, segura calmarla. Decirle que no me escuche. Que no sé qué le dije, pero que se olvide. Que yo la quiero.
Llama y no atiende: víctima: también va con V. La V es una letra de mierda- pensó mientras tomaba agua.
Llama, contestador odioso con musiquita, con frasecitas.
Poner música, ya va a llamar ella cuándo se calme. Va a llamar y va a hacer su papel de que no pasa nada y, seguro, uno de estos días, una de estas noches, pasa la boleta; porque Violeta no se olvida de nada, eso lo sabemos bien.
Hinchada la cara. Llamar. Querer verla, necesidad de verla y abrazarla y besarla y necesitar… Yo te necesito.
Bailar con Violeta, verla bailar es hermoso.
Y si no era Violeta la de anoche, entonces Violeta dónde estuvo. ¿Con quién estuviste? preguntarle y mirarla enojado. No creerle. No creerle nunca nada porque miente siempre todo. Bruja.

Violeta lo vuelve a pensar. No hay nada que pensar - piensa. Irse y no verlo más: curarse de él como de una enfermedad. Porque, qué nos va a decir ahora; que lo controlo; que lo manipulo; que no hizo nada; que no lo respeto si ni siquiera él se respeta. Me voy.
Acordarse de todo, de tanto: desde el primer beso hasta el último. Del amor. Del odio. Duda: de nuevo estoy dudando.

Llamar, no atiende. Bueno, habrá que ir a la casa y tocar el timbre y que ella me abra con cara de superpoderosa superada. Ir.

Llamarlo y decirle la verdad: que lo quiero, que me quedo y somos felices juntos. No, porque así fue siempre y nunca terminó de ser. Me voy.

Son las seis.

Subir al tren e irse.

Tocar de nuevo el timbre que no atiende.

Llorar.

Llorar.

lunes, 10 de marzo de 2008

LA SEÑORA AMPARO



A Japo (M. C.)



“El infierno es la mirada de los otros.”
Sartre.



Es linda la laguna ¿no? –me dijo el médico esa tarde. A mi, la laguna me hace acordar a la señora. Qué qué señora, no conoces vos la historia de la chica, no te la contaron nunca. Yo te la cuento si tenes paciencia (ya viste que a nosotros, en los pueblos, nos gusta hacer todo despacio) y vos podes escribirla si queres.
Yo tendría quince años cuando vino la chica acá. Cuando ella venía Mar Chiquita cambiaba, para mi era una fiesta, pero una fiesta rara, una en la que no se podía festejar. El único que festejaba era el viejo. Impunemente compraba comida y cigarrillos de otra marca y, entonces, todos sabíamos que ella venía. Él la esperaba, él era el único que la trataba; cuando venía, ella vivía en su casa.
Cómo era. Era extraña. Nadie supo bien nada de ella. Caminaba, tomaba sol y no largaba nunca el cuadernito. Yo no largo mi cuaderno –pensé. ¿Tal vez escribía? Le dije al médico. Si, tal vez, yo solamente la vi llevándolo de acá para allá.
Yo me acuerdo (no me da vergüenza decírtelo) de espiarla cuando estaba en la playa. Y sé que no era el único. Todos, a su manera, la espiaban. Todos querían saber. Si, claro, algún interés despertaba en el pueblo. Alguno no, todos. Viste que acá no pasa nada, pero desde que llegó ella pasaba algo cada año.
La seguíamos con la mirada, uno no podía dejar de mirarla. A lo mejor era porque no hablaba, no era como nosotros que hablamos hasta con un buzón. Yo creo que no le caía bien la gente.
Había un amigo mio que alquilaba motos en verano y, una vez, habló con ella. No sé -me dijo- habla bajito y te mira poco, pero cuando te mira, parece que te morís. Desde esa vez, mi amigo la esperaba más que los demás.
Que sé yo… a veces creo que era solamente porque era misteriosa y otras que era lo que no teníamos lo que la hacía interesante. Acá, vos viste, las chicas no son como ella.
Si, era linda, pero eso no era lo importante, era verla y quedar bamboleando, y les pasaba a todos. Yo lo vi a mi papá mirarla y, una noche, lo oí hablando con envidia del viejo. Pero ella y el viejo no eran novios, de eso estoy seguro, eran como dos fantasmas que se encontraban. Juntos en el citroen daban miedo. Eso: misterio y miedo daban y eso, a veces, da envidia.
No eran novios porque esa palabra, para gente como ellos, no existe. Además él le llevaba treinta años. Claro que importa poco, pero acá importaba. Tenías que ver como hablaban de eso, hablaban de eso para no decir que esa tarde ella había pasado caminando por la principal o que había jugado con un perro o que, de nuevo, su vestido se había volado con el viento de la playa o que tenía esa bincha y los rulos anudados en la frente o que leía en la boca, muy cerca de los pescadores.
Me contaron una vez que cuando ella se sentaba en la escalera cerca de la boca, los peces saltaban más alto, para verla, me decían.
Ah, si, la señora la llamamos después. Cuando llegó tendría veinte o veinticinco años. Siguió viniendo siempre igual durante casi diez. Y el viejo cada año tenía su fiesta. Nosotros eramos como espectadores del desfile, pero lo disfrutábamos.
Imaginate que yo me casé y tuve mi primer chico en ese tiempo. Todos crecimos pero ella era igual.
“La señora” le quedo un día cuando la dueña del mercadito le dijo que no podía entrar con el perro. Le dijo: -Señorita, no puede entrar con el perro. Ella, dicen, la miro fijo a los ojos y le dijo: -Señora. Para esa época tendría treinta o treinta y tres años y no era raro que una chica de esa edad fuera señora, pero acá, para nosotros, fue como un huracán. Nadie entendía nada.
El día que me lo contaron, a la noche llovió como pocas veces, parecía que Mar Chiquita se iba a hundir en la laguna. Yo no me acuerdo tanto de esos días -de tanto pensarlos creo que me los olvidé- pero lo cierto es que la chica al otro día se fue y que el viejo no la llevó al colectivo.
Un mes después la casa –es esa casita blanca en la plazoleta ¿la viste?- estaba en venta, y el viejo, sin saludar a nadie, también se fue.
Hay días en los que acá en la laguna hay un olor o un viento y yo sé, todos saben, que es el fantasma de la chica que pasa y es el festejo privado del viejo.
Ah, si, Amparo dicen que se llamaba la señora. Ahora debe tener como cincuenta.

LO QUE NO SE TIENE

"Amar es dar lo que no se tiene a quien no es"
J. Lacan


De algo estoy segura: miraba como desde un lugar que yo no conocía. Como los colectivos de Paseo Colón que van a lugares en los que nunca estuve.

No tengo límites –decía- los pongo acá (cerca) para verlos todo el tiempo, pero están muy, muy lejos o no están. Doy lo que no tengo (y eso era verdad).

Cada segundo con él era una fiesta o un velorio.

No supe mucho de él, aunque me contó toda su historia. Pero nunca supe cómo fue su infancia o su amor o cómo dejó de extrañar a su madre. Supe lo que contó, que no es lo que fue sino lo que se recuerda: una narración.

Tuve, durante mucho tiempo, miedo de perderlo. Yo lo amaba y amaba a través de él lo que no conocía, lo que tampoco yo tenía. Temía y no quería que lo supiera y sintiera que yo pedía algo que, seguramente, él no tenía.

Recuerdo que tenía un diente torcido y un brillo (como una purpurina) en la mirada. Recuerdo que jugaba todo el tiempo en el trabajo y que ese control de la situación me desconcertaba. Poder jugar como los chicos es admirable. (Creo que no hay un solo hombre que no sea, para una mujer, como un chico. Y a veces pienso que esa es la más grande mentira que nos creamos para sentirnos poderosas). Pero yo nunca sentí poder ante él, por el contrario, me sentía circunstancial. Me preguntaba por qué él compartía algo conmigo; por qué me hablaba a mi. Y no, no es que yo tenga una autoestima rastrera... Si lo conocieran entenderían lo que digo, ese hombre daba la impresión de poder pasar toda la eternidad riéndose y balanceándose en una hamaca que colgara de una nube sin necesitar nada. No es que él se sintiera autosuficiente o que deseara ser observado, era algo mucho más puro. Era la pureza. Tal vez por eso no tenía límites. Porque no los necesitaba ni los quería.

Me recago en la gran puta madre –decía muriéndose de risa cuando algo le salía mal. Me cago en dios –decía yo. Y nos reíamos largamente… Después venía el: “Te imaginas si...” y lo que fuera. Juntos podíamos imaginar todo e, incluso, nada.

Yo amaba tener lo que no tenía él porque yo no era. Yo lo amaba y temía perder lo que no conocía. Como los colectivos de la avenida que van a lugares que no conozco y en los que él habita.

ELLA


A Diego E.

“Qué es lo que te duele tanto a vos?”
“Sólo podemos decidir qué hacer con el tiempo que nos es dado”



Ella sangró y sangró. La sangre que se derrama una vez, se pierde para siempre. Ella quiso que alguien la amara y no lo logró, ella quiso ver la diferencia: ser amada y amar. Ella sufrió la enfermedad y no encontró remedio.

Pero ella sola decidió que nada valía tanto. Ella sola resolvió que nunca más le importaría, que sólo le importaba el tiempo, el poco tiempo que tenía.

Sumergida en lo inhóspito de su mente, eligió el doloroso destino: la cura.

Anduvo silenciosa por las calles y vio el remedio.

Era único y eterno cada ser y su existencia era diminuta. ¿Cómo elegir? ¿Qué elegir? Cómo no amarlos. Cómo no comprender. Cómo evitar el dolor de saber que les duele, que son iguales y que lloran tanto que no sé qué hacer... Cómo curar el dolor, cómo se hace para que pase, que termine. Cómo no saber. Cómo se dice: “Duele, duele tanto que no aguanto”…

Ella sangró y sangró. No hay descanso en el dolor. Ella también fui yo. Soy.

Pero si veo el sol no creo que el remedio no exista. Debería haber cura. Esta la belleza que invade los sentidos, están las plantas, los amigos, las caricias, los libros, una eternidad que complota a favor nuestro y cada alegría (parece) que nos resucita; sin embargo: la sangre derramada, se pierde. Yo soy la sangre que dejo y la dejo porque elijo la cura: el remedio que mata como la enfermedad.

Ella decidió que el tiempo era el agente. Ella comprendió que no hay una diferencia, y si la hay no importa. Poco importa.

Ella sangró y sangró, ella también fui yo.