lunes, 10 de marzo de 2008

LO QUE NO SE TIENE

"Amar es dar lo que no se tiene a quien no es"
J. Lacan


De algo estoy segura: miraba como desde un lugar que yo no conocía. Como los colectivos de Paseo Colón que van a lugares en los que nunca estuve.

No tengo límites –decía- los pongo acá (cerca) para verlos todo el tiempo, pero están muy, muy lejos o no están. Doy lo que no tengo (y eso era verdad).

Cada segundo con él era una fiesta o un velorio.

No supe mucho de él, aunque me contó toda su historia. Pero nunca supe cómo fue su infancia o su amor o cómo dejó de extrañar a su madre. Supe lo que contó, que no es lo que fue sino lo que se recuerda: una narración.

Tuve, durante mucho tiempo, miedo de perderlo. Yo lo amaba y amaba a través de él lo que no conocía, lo que tampoco yo tenía. Temía y no quería que lo supiera y sintiera que yo pedía algo que, seguramente, él no tenía.

Recuerdo que tenía un diente torcido y un brillo (como una purpurina) en la mirada. Recuerdo que jugaba todo el tiempo en el trabajo y que ese control de la situación me desconcertaba. Poder jugar como los chicos es admirable. (Creo que no hay un solo hombre que no sea, para una mujer, como un chico. Y a veces pienso que esa es la más grande mentira que nos creamos para sentirnos poderosas). Pero yo nunca sentí poder ante él, por el contrario, me sentía circunstancial. Me preguntaba por qué él compartía algo conmigo; por qué me hablaba a mi. Y no, no es que yo tenga una autoestima rastrera... Si lo conocieran entenderían lo que digo, ese hombre daba la impresión de poder pasar toda la eternidad riéndose y balanceándose en una hamaca que colgara de una nube sin necesitar nada. No es que él se sintiera autosuficiente o que deseara ser observado, era algo mucho más puro. Era la pureza. Tal vez por eso no tenía límites. Porque no los necesitaba ni los quería.

Me recago en la gran puta madre –decía muriéndose de risa cuando algo le salía mal. Me cago en dios –decía yo. Y nos reíamos largamente… Después venía el: “Te imaginas si...” y lo que fuera. Juntos podíamos imaginar todo e, incluso, nada.

Yo amaba tener lo que no tenía él porque yo no era. Yo lo amaba y temía perder lo que no conocía. Como los colectivos de la avenida que van a lugares que no conozco y en los que él habita.

No hay comentarios: