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viernes, 19 de febrero de 2010

Les Luthiers.... GENIAL!!!

TEMAZOOO.... Ojo que hay errores en los subtítulos

http://www.youtube.com/watch?v=soAuC0cTZ5I

lunes, 20 de abril de 2009

1922- 2009


En todos esos años vivió, estudió, pero sobre todo, enseñó Gregorio Klimovsky. Educador de múltiples generaciones en también múltiples disciplinas. Mi homenaje a él.

Cuando lo conocí tendría casi 80 años, entraba a un aula mugrienta de Puán a la una en punto y caminando con notoria dificultad, se sentaba y sólo se levantaba a las cinco de la tarde después de haber dado su clase con sus fichas amarillentas. Tenía un humor impecable y enseñaba, lo mucho que sabía, como quien pasa una receta de torta por teléfono: con sencillez y con la seguridad de que nadie podía no entenderlo.
Con la misma tranquilidad y firmeza iba a cuanta reunión de cátedra, grupo de investigación o congreso hubiera. Podían caer piedras, pero Kimovsky estaba.
 Su presencia orbitó sobre muchos, sobre tantos que no podrían contarse... Todos los que nos interesamos por algunos temas hemos leído, escuchado y, tal vez, hablado con él en algún momento. 
Escribió no muchas obras. Siempre pensé que lo suyo era la transmisión oral, como lo de tantos otros grandes educadores. 
Ya no acompañará a la gente pero, sin duda, permanecerá orbitando en tantas mentes.  

martes, 18 de noviembre de 2008

Los Castillos de Abelardo


Cuando vemos algo que llamamos "castillo", vemos una estructura imponente soberviamente coonstruida, eso mismo es lo que percibimos al leer algunos cuentos.
"No hay más que ir descubriendo virtudes, transparencias, hermosuras parciales en una mujer, para que esa mujer se transforme en una fatalidad" dice Castillo en Muchacha de otra parte. Nunca recuerdo por qué nombro a veces este cuento del, para mi, mejor escritor argentino vivo. Dejó aquí, una de las construcciónes más bellas de Abelardo Castillo... sí, es "de amor".
http://www.literatura.org/Castillo/acTexto2.html

viernes, 14 de noviembre de 2008

Moledo, S. J. Gould y Los Simpson



Leonardo Moledo es matemático y escritor, en 1997 recibió un premio Konex por divulgación científica. Actualmente, no sólo escribe en el diario Página 12, sino que también es el director del Planetario.


Acá hay un artículo suyo de 2002 sobre los Simpson y S. J.Gould, capìtulo que indefectiblemente menciono
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/6-217-2002-06-03.html

De paso, acá va la página del Planetario que, ahora, parece haber rejuvenecido
http://www.planetario.gov.ar/
También, la página no oficial de Gould (en inglés)

(Ah, el señor barbudo es Moledo, el dibujito Gould en Los Smpson)

Sastre y el despertador

Alguna vez he mencionado a Sartre.
En El ser y la nada, capítulo 1, V (Losada, Bs. As., 2006) Sartre ejemplifica la angustia como captación reflexiva de la libertad apelando al despertarse por la mañana para ir a trabajar... Siempre me causó un poco de gracia que un filósofo tan abtruso usara un ejemplo tan cotidiano. Tal vez lo usó para mostrar la cotidianeidad de la i-reflexión. Yo creo que es muy bueno como ejemplo. Y también creo que es útil pensar lo "tranqilizador de evitar la pregunta"... pero lo mio es la duda, no la aserción, así que lo pongo para ver si les genera lo mismo que en mí.
"[…] La conciencia del hombre en acción es conciencia irreflexiva. La conciencia de algo, y lo trascendente que a ella se descubre es de una naturaleza particular: es una estructura de exigencia del mundo […]
Ahora bien: a cada instante estamos arrojados en el mundo y comprometidos. Esto significa que actuamos antes de poner nuestros posibles y que estos posibles que se descubren como realizados remiten a sentidos que harían necesarios actos especiales para ser puestos en cuestión. El despertador que suena por la mañana remite a la posibilidad de ir a mi trabajo, que es mi posibilidad. Pero captar el llamado del despertador como llamado, es levantarse. El acto mismo de levantarse es tranquilizador, pues elude la pregunta: “¿Es el trabajo
mi posibilidad?” y, en consecuencia, no me pone en condiciones de captar la posibilidad del quietismo, de la denegación del trabajo y, en última instancia de la denegación del mundo y de la muerte. En una palabra, en la medida en que captar el sonido de la campanilla es estar ya de pie a su llamado, esa captación me garantiza contra la intuición angustiosa de ser yo quien confiere su existencia al despertador: yo y sólo yo […]"

Borges y yo.


Mi relación con Borges comenzó hace muchos años, no sabría decir cuántos, tal vez los mismos que con la literatura, o menos... no importa. Lo que si importa es leerlo, a él digo, a Borges, porque es genial y conmovedor. Aquí agrego unos links donde pueden encontrar algunas obras a las que recurro en las clases.






El informe de Brodie


¡Que lo disfruten!

Las funciones de un maestro


Bertrand Russell (1872- 1970) es una de las mentes filosóficas más brillantes y prolíficas que hubo.

He seleccionado breves pasajes de un texto de 1950 llamado Las funciones de un maestro que se halla en Ensayos impopulares (Edhasa, Barcelona, 1985). Creo no faltar a la verdad si afirmó que, desde la primera vez que lo leí, modifiqué mi concepción acerca de la tarea docente y, durante todos estos años, lo he considerado una guía para mi labor.


"La enseñanza […] es una profesión con una amplia y honorable tradición que se extiende desde los albores de la historia hasta tiempos recientes, pero cualquier maestro del mundo moderno que se permita sentirse inspirado por los ideales de sus predecesores corre el albur de que se le recuerde bruscamente que su función no consiste en enseñar lo que piensa sino en inculcar las creencias y prejuicios que sus empleadores consideran útiles […]
Un sentimiento de independencia intelectual es esencial para el adecuado cumplimiento de las funciones del maestro, puesto que su tarea es inculcar todo lo que pueda de conocimiento y razonabilidad en el proceso de formar opinión pública […]
La tarea de los maestros tendría que ser permanecer fuera de la pugna entre partidos y tratar de imbuir a los jóvenes el hábito de la investigación imparcial, llevándolos a juzgar acerca de los problemas según los méritos de estos y a ponerse en guardia para no aceptar las afirmaciones
ex parte sin más […] La función del maestro, no obstante, no es simplemente la de mitigar el ardor de las controversias. Tiene tareas más positivas que efectuar, y no puede ser un gran maestro si no está inspirado en un deseo de efectuarlas. Los maestros son los guardianes de la civilización. Deben tener intima conciencia de lo que es la civilización y estar deseosos de impartir una actitud civilizada en sus alumnos. Y así llegamos a la pregunta: ¿qué constituye una comunidad civilizada? […] Es una cuestión en parte de conocimiento, en parte emocional. Por lo que respecta al conocimiento, un hombre tendrá que tener conciencia de la pequeñez de si mismo y de su ambiente inmediato en relación con el mundo en el tiempo y en el espacio […] por el lado de las emociones, es necesaria una ampliación similar de lo puramente personal, si el hombre quiere ser verdaderamente civilizado. Los hombres pasan del nacimiento a la muerte, a veces dichosos, a veces desdichados; a veces generosos, a veces ávidos y mezquinos; a veces heroicos a veces cobardes y serviles. Para el hombre que contempla el proceso en su totalidad, ciertas cosas sobresales como dignas de admiración. Algunos hombres han sido inspirados por el amor a la humanidad; algunos, con un supremo intelecto, nos han ayudado a entender el mundo y algunos, gracias a una sensibilidad excepcional, han creado belleza. Estos hombres han producido algo de bien positivo, para compensarla larga historia de crueldad, opresión y superstición […] El hombre civilizado, cuando no puede admirar, debe tratar de entender antes que reprobar. Tiene que tratar de descubrir y eliminar las causas impersonales del mal […] todo esto tendría que estar en la mente y en el corazón de maestro, y si está en su mente y en su corazón, lo expresará en sus enseñanzas a los jóvenes. Ningún hombre puede ser un bien maestro a menos que tenga sentimientos de cálido afecto hacia sus alumnos y un legítimo deseo de inculcarles lo que cree de valor […]
Tal como están las cosas en la actualidad, muchos maestros se ven imposibilitados de hacer todo los que pueden. Para esto hay una cantidad de razones, algunas más o menos accidentales, otras profundamente arraigadas. Para comenzar con las primeras, muchos maestros trabajan excesivamente y se ven obligados a preparar a sus alumnos para un examen, en lugar de proporcionarles un adiestramiento mental liberalizante. Las personas que no están acostumbradas a enseñar no tienen idea del derroche de espíritu que eso representa. El resultado es que muchos maestros se tornan preocupados y nerviosos, pierden el contacto con trabajos recientes sobre los temas que enseñan y se ven incapacitados para inspirara a sus alumnos el sentido de los deleites intelectuales que pueden obtenerse de nuevas comprensiones y nuevos conocimientos […]
La idea de que la falsedad es edificante es uno de los pecados dominantes […] yo no considero que un hombre pueda ser un buen maestro a menos que haya tomado la firme resolución de no ocultar jamás, en el curso de toda su vida de enseñanza, la verdad porque esta sea lo que se llama “poco edificante”. La clase de virtud que puede ser producida por la ignorancia vigilada es frágil y fracasa al primer contacto con la realidad […]
Por encima de todo, lo que un maestro debe tratar de producir en sus discípulos, si quiere que sobreviva la democracia, es la clase de tolerancia que surge de un intento de comprender a los que son distintos de nosotros […]

El maestro, como el artista, el filósofo y el hombre de letras, sólo puede realizar adecuadamente su trabajo cuando se siente como un individuo dirigido por un impulso interno, no dominado y aherrojado por la autoridad exterior."

Paul Feyerabend, Joan McKenna y sus clases experimentales.


En su autobiografía Matando el tiempo (Debate, Madrid, 1994) Paul Feyerabend cuenta un experimento que su amiga Joan McKenna realizó cuando fue invitada por él a dar una clase...


"Joan McKenna después de ser presentada como profesora invitada habló durante unos veinte minutos, después se detuvo y pidió que le hicieran preguntas. Sus respuestas fueron groseras, burlonas, autoritarias. Nadie intervino. Por el contrario, las personas situadas al lado de sus víctimas se alejaron un poco: no queremos tener nada que ver con un fracaso como tú, parecían decir. Entonces Joan explicó el montaje y su finalidad. “¡Mirad cómo os comportáis! He respondido de manera ridícula y autoritaria. Vosotros no sólo os lo habéis tragado, sino que habéis tratado a los únicos estudiantes que han tenido el valor de resistirse como si fueran proscriptos. No es de extrañar que un profesor pueda imponer cualquier cosa que diga”, exclamó Joan. Después hablamos de cómo comportarse con los bastardos de la profesión. Supongamos que uno de esos seres superiores dice cosas que parecen idiotas e incomprensibles. ¿Qué hacéis? Os levantáis y pedís una aclaración. Supongamos que sois acallados por un gesto autoritario. Bueno, otro se levanta y repite la interpelación: “Yo tampoco lo he entendido.” Más ira, más sarcasmo. Un tercer estudiante se levanta:
- Usted está aquí para enseñarnos, no para reírse de nosotros; de modo que, por favor, explíquelo.
- No sea insolente!
- No ha sido insolente –dice un cuarto estudiante- pedía información, y usted no se la ha dado.
Y así sucesivamente. Antes o después, decía yo, habrá una respuesta más satisfactoria. “no podemos hacer eso. Nos pondrán malas notas”, objetaron algunos estudiantes. “no lo haremos. Demasiado esfuerzo para nada”, adujeron otros.
Los estudiantes que participaban por el movimiento de la libertad de expresión querían cambiar todo aquello. Querían trasformar la universidad, para que dejase de ser una fábrica de conocimiento en una comunidad y un instrumento de mejora social. Sus acciones influyeron en los individuos más tímidos: se iluminaron, comenzaron a hablar y quedó demostrado que todo el mundo tenía ideas interesantes y dignas de consideración
[…]"
Efectivamente, todos tenemos ideas interesantes, es cuestión de mostrarlas para que las consideraciones de los otros (el otro) pueda enriquecerlas.
Paul Feyerabend murió en 1994 victima de un tumor. Él mismo se llamó un pensador anarquista y definió su posición como anarquismo metodológico.
Este es un gran libro, no sólo porque Feyerabend cuenta en él sus procesos "filosófico-creativos", sino porque muestra su parte humana: habla de su amor, de su tarea docente, de su enfermedad, de la guerra y sus secuelas.
Es un filósofo que no suelo mencionar, asi que he aquí mi modesto homenaje.