viernes, 14 de noviembre de 2008

Freud y la Kultur(a)

Valeria Leiva


Hay un libro genial para quienes nos interesa leer en Freud una teoría de la cultura y no, única y primordialmente una teoría del sujeto (una teoría individualista, se suele decir). Es el libro de Paul Laurent Assoun Freud y las ciencias sociales (2003, Barcelona, Ediciones Del Serbal).

P. L. Assoun propone en Freud y las ciencias sociales que el psicoanálisis modifica sustancialmente la autoconciencia de la cultura. La obra de Freud redefine la cultura al determinar su “punto ciego”, al ubicar su origen en el crimen primitivo (con la multiplicidad de consecuencias que esto trae aparejado, entre ellas: el origen de la culpa y de la moral; la igualdad de los “hermanos” que funda el derecho; la institucionalización de las normas) y al introducir un paralelismo entre el sujeto de la cultural y el sujeto inconsciente. Freud no sólo redefine la cultura sino, más aún, “de-construye y re-construye el concepto de kultur” (op. cit., pág. 10). A partir de la obra freudiana, las Kulturwissenschaften (ciencias de la cultura) podrán utilizar las herramientas que el psicoanálisis les aporta y, de esa manera, podrán re-construirse desde su interior mismo.
Assoun parte de un análisis epistemológico centrado en los textos freudianos según el cual fue el mismo Freud quien incluyó a la “psicología profunda” entre las ciencias naturales, una de cuyas características es la de proponer que sus conceptos fundamentales estén sujetos a permanente modificación sobre la base de la observación de los fenómenos de los que se ocupa. En cambio, las Geisteswissenschaften (ciencias del espíritu -que es la denominación que Dilthey utiliza para las ciencias sociales-), dadas sus pretensiones totalizadoras, anhelan un grado mayor de sistematización y, por ello, parten de definiciones precisas y conceptos cerrados. De esta manera, Assoun muestra que el psicoanálisis tuvo, para el mismo Freud, una doble pertinencia epistemológica: pertenece a las ciencias médicas (naturales) pero es también un “saber del hombre que se sitúa en el campo de las ciencias de la cultura como en su propio elemento”. No obstante, esta doble pertinencia no está planteada en términos dicotómicos, por el contrario, hay una clara conexión entre las ciencias naturales y las Kulturwissenschaften basada en la homología. Esta lógica compartida se adscribe en una forma de evolucionismo que Freud toma de la “ley biogenética fundamental” (enunciada por E. Haeckel) según la cual la ontogénesis es una repetición abreviada de la filogénesis conforme a las leyes de la herencia y de la adaptación al medio. En otros términos, esta ley es el fundamento de la comparación del desarrollo de la infancia individual con el desarrollo de la historia primitiva de los pueblos a través de algún tipo de herencia –nunca del todo determinada por Freud- de disposiciones psíquicas.
Assoun presenta al psicoanálisis no sólo (ni primariamente) como una teoría a cerca del sujeto, sino, más bien, como una teoría genealógica de la cultura; una cultura que, al ser apreciada a través de sus síntomas –de los que son reveladores los síntomas de los individuos neuróticos-, se descubre enferma crónica, aquejada de un malestar que le es constitutivo. Dicho malestar es inherente a la cultura porque ella nace a partir de la renuncia a la satisfacción de las pulsiones. La cultura, por lo tanto, se funda en la carencia. El neurótico, entonces, es ni más ni menos que el constante recuerdo del fracaso intrínseco de la cultura. Pero aquel no sólo muestra el fracaso, también muestra el éxito de la cultura en tanto reproduce la prohibición que ha sido internalizada (justamente porque antes fue externa) y porque la cultura es creada de nuevo cada vez que un individuo entra en la sociedad humana y repite el sacrificio pulsional. El neurótico es indicio del malestar y de que el parricidio es, efectivamente, una verdad histórica. Por lo tanto, el neurótico es prueba viviente (encarnación subjetiva) del origen y desarrollo de la cultura, de ese secreto olvidado. No obstante, la cultura no es pura negatividad -pura carencia- porque la sublimación (la desviación de las pulsiones eróticas hacia fines no sexuales) otorga a la cultura los “grandes logros” que posibilitan el progreso, la ganancia cultural. El hombre carente, se ve obligado a hacer algo.
A partir de estas claves, Assoun recorre los aportes del psicoanálisis a las Geisteswissenschaften. Los aportes freudianos a la etnología, partiendo de Tótem y Tabú, explican el horror al incesto y el asentamiento de la cultura sobre el parricidio. Su aporte a la mitología, se centra en una homología entre la formación del síntoma neurótico y la construcción del mito dado que, en ambos, el contenido latente debe ser transformado en contenido manifiesto a partir de una reelaboración. Por ello, los mitos se presentan como “los recuerdos infantiles de los pueblos” y el psicoanálisis incursiona en el intento de construir una ciencia de los mitos a partir, por una parte, de la reinvención del mito de Edipo que simboliza el “afuera de la ley” –y se convierte en la clave que devela el sentido general de todo mito- y, por la otra, del mito de Prometeo, que revela el fundamento de la cultura en tanto refleja la renuncia pulsional. Los aportes a la psicología social están centrados en la puesta en tela de juicio de la dualidad de psicologías ya que “el otro” está siempre integrado al individuo. Pero esto no significa que “la psicología primera” haya sido la psicología individual. La psicología es social, es de la horda y frente a ella sólo estuvo, en el origen, el padre. La individuación surgió cuando la muerte del padre fue consumada y se reflejó en el mito del primer verdadero individuo: el héroe. Por otra parte, el psicoanálisis manifiesta la cuestión de fondo de la masificación: el erotismo que atraviesa los lazos sociales como formación reactiva contra los impulsos de odio. Respecto de la sociología, los aportes psicoanalíticos están basados en decir aquello que, para la sociedad, es vergonzante de sí misma. Por una parte, el psicoanálisis revela la existencia de la sexualidad infantil; por otra, al mostrar el carácter asocial de la neurosis, manifiesta la autoexclusión que la sociedad impone a algunos de sus miembros. Por ello, hay una angustia propia de lo social. Aquello que los sociólogos (Durkheim) describen como “un estado de crisis y anomia” es la contradicción entre la cultura y lo social que Freud explica claramente como malestar estructural.
Los aportes a la ciencia del derecho y la criminología son también relevantes. El derecho se funda en el acuerdo primitivo en que los hermanos se igualan y pactan no repetir el crimen y renunciar al objeto de deseo en razón de la obediencia retrospectiva al padre. La tarea de la criminología es análoga a la del analista: ambos buscan el secreto que el sujeto guarda. Pero el neurótico y el delincuente son asimétricos: el criminal realiza un acto y logra, con ello, cierto alivio psíquico; mientras que el neurótico, en cambio, fantasea el acto y asume la culpa superyoica; sin embargo, ambos muestran una desviación de la exigencia cultural. Con respecto a la educación, el psicoanálisis muestra que el niño es el lugar en el que se encuentra primeramente el conflicto estructural entre la pulsión y la renuncia y, por lo tanto, es el proceso educativo el que debe gestionar la transacción entre ellos. La educación tiene la tarea fundamental de colaborar con la conversión del “pequeño perverso” en un ser-de-cultura. Por ello, el educador debe conocer los apremios psicosexuales del niño para poder ser indulgente con él.
El último capítulo está dedicado a “lo femenino”. La feminidad es síntoma de la cultura, su inconciente y su reverso. Las mujeres son solicitadas para satisfacer las pulsiones e inhibidas para los fines culturales. Asimismo, la mujer es, en la historia filogenética, la instigadora del parricidio original: fue “a causa” del deseo por ellas y, entonces, ellas se convierten en “la causa” del crimen. Por último, la mujer tiene, en la evolución cultural, el papel de disgregar los conglomerados sociales atrayendo hacia sí al hombre que hace-cultura y evadiéndolo de su tarea porque ella es un polo de Eros. Lo femenino y la cultura son opuestos sea como objeto sexual, sea como Eros. Lo femenino, en fin, es causa del crimen (y por ello, de manera indirecta, del origen de la cultura) y también es causa de la digresión de la cultura (la mujer no hace cultura).

Freud y las ciencias sociales refiere a la parte que siempre me interesó más de la obra de Freud, a los relatos no clínicos de su teoría, a la fundamentación última de aquellos, porque ¿qué sería el psicoanálisis si no se admitiera que es una teoría acerca del malestar estructural de la cultura? Sería, creo, un conjunto de técnicas -inductivamente obtenidas, tal vez- para la cura de individuos que se ven aquejados más o menos de los mismos “dolores psíquicos”. No sería poco si eso fuera, pero Assoun explica en qué están fundadas esas técnicas, cuál es el fondo de ellas, por qué son revolucionarias y por qué el psicoanálisis debería revolucionar a gran parte de las ciencias sociales. Claro está que, para admitir su explicación, hay que aceptar sus premisas y, sobre todo, aquellas que son más fuertemente rechazadas: la que afirma la realidad histórica del asesinato primitivo y, fundamentalmente, la hipótesis biogenética. Creo que, respecto de ésta última, Assoun no es lo suficientemente crítico, la admite y no se pregunta –al menos en esta obra- aquello que considero crucial: ¿cómo se transmiten las disposiciones psíquicas? No obstante, para la tesis que él defiende es necesario aceptar dicha hipótesis porque es la premisa más profunda del psicoanálisis –más aún que el parricidio-, porque ¿qué sentido tendría afirmar el “mito científico” del parricidio si no existiera en tanto herencia arcaica? Si no hubiera transmisión, lo mismo valdría que el asesinato fuera un “recuerdo” inventado o fantaseado en cada individuo; pero no era esto, al parecer, lo que Freud pretendía y, si lo que queremos es comprender la teoría, debemos admitir esa hipótesis para hallar sus consecuencias.
Si no se aceptan dichas premisas, el psicoanálisis pierde gran parte de su valor en tanto teoría científica (del hombre y de lo social) y se manifiesta como una técnica (útil, al parecer, pero técnica al fin). Y ¿por qué no tendría valor científico? Pues porque no tendría mayor fundamento que el de ser una sucesión de pasos a seguir que hasta ahora han funcionado para la cura; en cambio, si se admiten estas –y otras- premisas se hallará, al menos, uno de los fundamentos en los cuales la aplicación de esa técnica se asienta y se explicará que el psicoanálisis sea una teoría de la carencia cultural.
Esta obra me resultó esclarecedora en varios sentidos. Por una parte, por la manera sencilla en la que Assoun recorre gran parte de la obra freudiana; por la otra, porque muestra con claridad un aspecto del psicoanálisis que, desde mi punto de vista, no ha sido suficientemente destacado: su intención de fundar una teoría acerca del origen y desarrollo de la cultura que, en tanto tal, aporte componentes sustanciales a las teorías sociales.
La deuda de esta obra se presenta en la aceptación acrítica de la hipótesis biogenética, espero otro buen libro de este autor que me revele este aspecto.

Aquí algunos links de las dos obras de Freud en la que trata fuertemente el origen y desarrrollo de la Kultur
http://www.asesoria-legal-ya.com/xampp/bibl/electro/freud,%20sigmund%20-%20totem%20y%20tabu.pdf
http://literatura.itematika.com/libro/102/el-malestar-en-la-cultura.html

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